viernes, 7 de agosto de 2009

Viaje al infierno

Una nota al margen para comentar por encima el tema del transporte en estas latitudes.

Tanto en Argentina como en Brasil los colectivos son en su mayoría tal y como los conocemos en Europa. Para las largas distancias tienen su baño, calefacción y aire acondicionado, en algunos casos dan café o comida, ponen películas, etc. En Bolivia la cosa cambia un poco. Para empezar las carreteras son casi siempre puras piedras y baches pero es que además hay muchas flotas, cada una con su precio, y elegir la incorrecta puede hacer que un viaje se convierta en una pesadilla. Como me pasó a mí.

Se supone que de Sucre a Santa Cruz hay 15 horas de camino. Yo arranqué en la estación de Sucre, donde primero hay que soportar el agobio de decenas de personas chillándote para que les compres el boleto a ellos. Me decidí por "Trans Oruro", que me daba el mejor precio, y de haberlo sabido hubiera pagado el triple para evitar lo que vendría después.

Como suele pasar salimos con casi una hora de retraso. Pronto comprobé que la "semi cama" para pasar la noche era un asiento normal y corriente que se reclinaba un poco, y que la ventanilla se abría cada vez que pisábamos un bache con lo que empezó a entrar polvo y frío, algo que duraría todo el trayecto. No había baño (algo normal) ni música ni películas ni agua; sin embargo el bus advertía con unas pegatinas que disponía de todos estos servicios.

En mitad de la noche comenzaron las averías. Hubo unos cinco parones en total (el más largo de unas dos horas) que fueron los momentos que la gente aprovechaba para ir al baño entre los matorrales. Parece ser que hacía falta agua para enfriar alguna pieza del motor y hubo que ir a buscarla a las casas vecinas con unas garrafas. A medida que nos acercábamos a Santa Cruz el paisaje altiplánico se convirtió en tripical y apareció la lluvia, por primera vez para mí desde Salta hace dos meses. El último percance fue quedarnos atrapados en el lodo a la altura de Samaipata, al lado de un barranco, aunque gracias a la colocación de piedras ante los neumáticos logramos salir.

Las 15 horas de viaje se conviertieron en 24, sin comer ni beber más que lo que cada uno llevaba consigo (en mi caso unos "cuñapés", pequeños bollitos de maiz con queso, y media Fanta). Si mal estaba yo, cómo estarían las abuelas cholas de 80 años o los niños que dormían tumbados en el pasillo.

Sirva este post para hacer entender al lector que por esta y otras muchas razones, la regla número uno para viajar a Bolivia es armarse de paciencia. Y que no todo es placer! Como consejo recomiendo la flota "Bolívar", más cara pero mucho más cómoda y fiable.


Arreglando el colectivo

¿Dónde carajo estamos?

Camiones en el lodo

Y el paisaje se volvió tropical

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