Decepción

Tres eran mis motivaciones para visitar Santa Cruz de la Sierra, al este de Bolivia y cerca de Brasil. Una, parar antes en Samaipata, un pequeño pueblito en la ruta hacia la ciudad y desde donde se podría visitar el lugar donde mataron al Che; dos, el clima, ya que al haber una altitud de sólo 400 metros hace calor todo el año; y tres, conocer la que me habían dicho era la ciudad más grande y moderna de Bolivia.

Todo resultó al revés: el viaje de colectivo tan trumático me obligó a no detenerme en Samaipata, ya que planeaba acampar y el cansancio era demasiado: necesitaba una cama y una ducha; en vez de calor me recibieron en Santa Cruz un viento terrible, lluvia y mucho frío; y en realidad la ciudad de moderna no tiene nada, e incluso el centro, con sus soportales y sus calles empedradas, me recordó a... ¡Avilés! Otro detalle que no me gustó fueron los precios, más elevados que en el resto del país, y la inseguridad por la noche.

Pero Santa Cruz tiene también algo de Benidorm. Hay un par de calles con letreros luminosos anunciando heladerías y cafeterías donde se concentran los turistas (la mayoría brasileños), y muchas tiendas de marcas conocidas. Los kollas (la gente de la zona andina) ha desaparecido, aquí son "cambas", con unos rasgos diferentes que los hacen más parecidos a los brasileños que a los bolivianos. En definitiva, más occidentales. La paranoia por la gripe A, que según parece ha afectado a Santa Cruz más que en ningún otro lugar de Bolivia, no es tal: casi nadie lleva barbijo (la mascarilla para evitar el contagio) y los bares y cines cierran a su hora habitual.

No me gustó Santa Cruz. No tiene nada de especial, le falta "autenticidad", es cara y encima tuve mal tiempo, lo cual fue una sorpresa. La única nota positiva fue encontrarme con Pepi, a quien conocí en Sucre, y algún conocimiento más que hice. Pero en mi opinión, Santa Cruz de la Sierra es perfectamente ignorable si se visita Bolivia. Apenas me molesté en sacar fotos.