lunes, 15 de junio de 2009

Otro planeta

Espectacular. Increíble. Extraordinario. El tour de tres días y mil kilómetros al salar de Uyuni no es sólo lo más excitante que he vivido en este viaje sino seguramente lo más apoteósico que he vivido en mi corta experiencia como viajero. La aventura en su totalidad le da mil patadas en el culo a Iguazú, los Alpes, Nueva York, Tailandia o cualquier otra cosa que haya visto antes. Fueron demasiadas emociones, pero trataré de resumirlas. Nota: las fotos continuación no reflejan ni mínimamente la grandiosidad de verlo todo en 360 grados, y la cara de estreñido que tengo es porque iba continuamente masticando coca :)

Primer día

Un poco después de las diez mi grupo, compuesto por tres inglesas, un colombiano, un israelí y yo, junto con Cristóbal, nuestro adorable conductor y guía, nos poníamos en marcha. Tras una breve parada en un cementerio de trenes a las afueras de Uyuni, comenzaba lo bueno. En Colchani nos enseñaron como varias familian procesan la sal y la empaquetan artesanalmente, bolsa a bolsa, para comercializarla en los alrededores. A continuación entramos en el salar, una extensión de blanco infinito que ocupa 12000 kilómetros cuadrados, por tanto más grande que Holanda. La sensación al estar allí es la de haber pisado la Luna, aunque de día.

Visitamos el Hotel de Sal y la Isla del Pescado, un islote de cactus en medio de ninguna parte. Sensacional. Tras la comida continuamos la ruta y paramos en un punto a ver el hermoso atardecer. El frío terrorífico empezaba a asediarnos y llegamos, ya de noche, al refugio donde pernoctaríamos. Maravilloso cielo estrellado, agua friísima en los grifos y mil capas de ropa en la cama.

Montañitas de sal

Sí, yo estuve en la Luna

Isla del Pescado en mitad de la nada

Sol horizontal, sombras alargadas

Al ponerse el sol

Así se cambia una rueda en la Luna

El crepúsculo de los dioses

Segundo día

Nos levantamos a las 6 de la mañana y tras el desayuno salimos del salar para entrar en paisaje volcánico. Visitamos desde la lejanía el volcán Ollagüe, entre rocas sacadas de una película de ciencia ficción. Tras más kilómetros por carreteras de tierra, piedras y polvo llegamos a las lagunas altiplánicas. La primera, la Laguna Honda, preciosa por su paisaje rodeado de montañas. En la segunda, la Laguna Hedionda que debe su nombre a su contenido en azufre, vimos flamencos y almorzamos.

Seguimos la ruta a través del desierto y alcanzamos los 4600 metros de altitud. Grupos de rocas volcánicas surgidas de a saber dónde hace millones de años nos sorprendieron. Entre ellas el Árbol de Piedra, con un viento terrorífico que congelaba hasta el último hueso. Daba pánico salir del jeep pero la ocasión lo merecía.

Seguimos camino hasta la Laguna Colorada, ya al atardecer y viéndose más bien poco. Pasamos la noche en otro refugio sin ducha y con electricidad sólo unas horas. Incluso dentro el frío era de campeonato.

Ante el volcán Ollagüe

Laguna Honda, cincuenta mil veces más hermosa allí que en la foto

Flamenco en la Laguna Hedionda. Éste es blanco, los había rosados de toda la vida pero más lejos

En el desierto, a 4660 metros de altitud

La nada

El Árbol de Piedra. No hacía viento, no...

Tercer día

Nos levantamos a las 5 de la mañana, sin electricidad y a tientas alumbrados por alguna linterna y teléfonos móviles. Según Cristóbal el conductor la temperatura en el exterior es de - 15 grados. El cristal del jeep está congelado y la gente se me duerme (yo con la coca ni un bostezo). La primera parada cuando amanece es el Sol de Mañana: cráteres de agua hirviendo y fumarolas surgiendo de la tierra en el paisaje más parecido a Marte que yo haya visto. De ahí vamos a unas termas en plena naturaleza donde hubo que hacer de tripas corazón, desnudarse y ponerse el bañador para darse el mejor baño de todos los tiempos.

Tras el desayuno continuamos la ruta pasando por delante de unas formaciones de rocas que inspiraron a Dalí. Llegamos a la Laguna Blanca y Laguna Verde, delante del volcán Licancahur. Increíble paisaje una vez más.

Regresamos a la Laguna Colorada desde donde partimos por la mañana aún de noche, superando en un punto los 5000 metros de altitud. Precioso paisaje plagado de llamas pastando tranquilamente. Comemos e iniciamos los 400 kilómetros de regreso a Uyuni.

Aunque la foto no lo refleje, esto era Marte y la tierra era roja

Dentro del agua, 30 grados; afuera, bajo cero. El pelo y el bañador, congelados

Las rocas que inspiraron a Dalí (ampliar imagen para verlas)

Laguna Verde y volcán Licancabur

Vicuñas pastando alrededor de las termas

Laguna Colorada

Entre llamas


Charcos congelados en el altiplano

Seguramente me habré dejado un millón de cosas en el tintero, pues por más que uno quiera describirlo hay que estar allí y vivirlo. Las fotos sólo sirven para recordarlo. Y todo por 500 bolivianos, al cambio 50 euros.

Coca

Otra de las cosas que Rafa me enseñó fue a masticar hojas de coca, o simplemente "coquear". Al principio me pareció una estupidez e incluso desagradable, pero ahora no dejo de verle ventajas.

Las hojas se compran generalmente en los mercados. Por 5 bolivianos (50 céntimos de euro) te dan una bolsa que es suficiente para unos cuantos días. Se van tomando hojitas y metiéndolas en la boca, quitándoles el rabito para que no haga daño en la encía. Se mastican un poco y se van acomodando en el moflete. Se les puede añadir una puntita de bicarbonato o de camote para que suelten mejor el jugo, que es de lo que se trata. Cuando ya lo han soltado todo se escupen, que es la peor parte porque se quedan trozos de hoja entre las muelas, pero qué le vamos a hacer.

Desde que coqueo me encuentro fenomenal del estómago, lo cual es de agradecer en un país como Bolivia donde tarde o temprano se suele enfermar uno de eso. No he tenido ningún dolor de cabez (soroche) como consecuencia de la altitud. Me quita el hambre y el sueño en la medida en la que lo haría un café, lo cual viene bien para los viajes largos en autobús. Eso sí, después de las 5 o las 6 de la tarde ya no coqueo más porque da un poco de imsomnio.

La coca tiene además un montón de vitaminas, y son la única explicación para que las ancianas cholitas tengan la fuerza que tienen, cargando al niño a la espalda metido en el aguacho, sacos de cemento, empujando carros o lo que se les ponga por delante.

Además de todo esto, y como dicen los bolivianos, la coca es un amigo. Anda que no hace compañía...

Rafa y yo, coqueando en la pieza

Quítales el rabo, primo

Reencuentro

Rafa, compañero de piso y de trabajo en Amsterdam, lleva año y medio recorriendo Sudamérica. Desde que le despedimos en la estación de Muiderpoort en Noviembre de 2007 he ido siguiendo sus aventuras y tomándole como ejemplo para mi viaje. Y desde que llegué a Buenos Aires habíamos tratado de encontrarnos en algún punto, con la dificultad que implican las distancias y la comunicación por email. Cuando me dijo que estaba en la frontera boliviana tratándose algunos problemillas de salud, agarré mis bártulos y me planté en La Quiaca. Con un frío polar a las 7 de la mañana crucé a pie la frontera hasta Villazón y me lo encontré caminando por la calle. Sin duda fue uno de los momentos más excitantes de cuanto llevo de viaje.

El gran Rafalito del Sur se las sabe ya casi todas y sus consejos me están siendo de mucha utilidad en Bolivia. Cómo regatear, limpiar los cubiertos antes de comer, usar pajita con los licuados, los termales debajo del pantalón para el frío... Las historias que me contó tampoco tuvieron desperdicio. En fin, buenos momentos con un buen amigo.

Maestro, recúperate de esos parásitos y buenos caminos. Nos vemos algún día, en alguna parte.

El rey de Bolivia
Una chola con su caraterístico atuendo

En el tren a Tupiza

Villazón, frontera boliviana

Tupiza, parecido a una película del Oeste

Ovejas
Patria libre
Evo-lución

miércoles, 3 de junio de 2009

Relax

Tras la experiencia acampando en Jujuy nos apetecía algo de tranquilidad, y la encontramos en Salta. Al igual que en Rio, Ben y yo nos hicimos amigos de la gente del hostel donde nos hospedamos y con ellos hemos estado compartiendo este tiempo (si bien hace una semana que Ben se marchó a Córdoba).

Un pequeño problema de salud me tuvo yendo a una clínica durante unos días, pero al final no resultó ser nada y el viaje puede continuar.

Uno de los días hicimos una pequeña excursión a Cachi, atravesando hermosos paisajes de la provincia de Salta.

Nieve en las cimas

La Cuesta del Obispo, uno de los más bellos recorridos de Argentina

La recta del Tin-Tin, en mitad del altiplano

Recta del Tin-Tin II

Paradita

Cardones (cactus)

Contrastes

Tierra y adobe