viernes, 7 de agosto de 2009

La ciudad perezosa

Había ganas de salir de Santa Cruz de la Sierra y en la ruta hacia La Paz la parada obligada debía hacerla en Cochabamba. Llegué a la terminal a las 6,30 de la mañana, esperé un par de horas allí tapado con una manta para combatir el frio y salí caminando con mis mochilas para encontrar un alojamiento. La primera impresión que me causó la ciudad fue bastante descriptiva: eran más de las 9 de un martes y no se veía gente por la calle ni tráfico, más que algún taxista. Llegué a pensar que sería día feriado, pero no: Cochabamba es así de tranquila y perezosa. Todo comienza tarde y se recoge temprano, y como ya pasa en casi toda Bolivia el mediodía es la hora de la siesta y no se ve un alma.

En los dos días que me quedé en la ciudad aproveché para visitar su mayor atractivo: el Cristo de la Concordia. Arriba de una colina, es como el Cristo do Corcobado en Rio de Janeiro pero según dice la inscripción, con sus 30 y pico metros éste es el cristo más alto del mundo. Hubo que trepar los creo que son 2900 escalones hasta llegar a la cumbre para ver el Cristo de cerca y obtener unas hermosas vistas de la ciudad, con la cordillera a su lado. Cuando se va el sol, es bonito callejear y toparte con su imagen iluminada al fondo entre los balcones.

Otra cosa curiosa que me encontré en Cochabamba fue que, al contrario que en otra plazas centrales de Bolivia, en la 14 de Septiembre se encuentra todo tipo de predicadores, músicos, humoristas y en definitiva, todo aquel que tiene algo que decir (o plata que juntar). Me recordó a su manera al famoso "Speaker's Corner" de Hyde Park, en Londres. De entre la gente que hacía discursos políticos o religiosos, o vendía ungüentos milagrosos, me quedo con el gordito que pedía plata para poder entrenar y convertirse en el primer campeón del mundo boliviano de los "5000 metros planos". También curioso y bonito a la vez, caminar de vuelta a casa al anochecer y encontrar algún grupo de personas bailando tinku o caporales en mitad de la calle.

Para el segundo día y puesto que me aburría un poco (Cochabamba no es nada turístico) había contactado con Mariela, una chica boliviana de CouchSurfing que sabe más cosas de España que yo (¿quién demonios es "Aída"?) y con la que pasé una tarde de lo más agradable. Me transmitió su buena energía que después de ciertos incidentes recientes me vino de maravilla.





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