jueves, 3 de septiembre de 2009

La ciudad blanca

Dicen los arequipeños que cuando la Luna se separó de la Tierra olvidó llevarse Arequipa. Con esto quieren resaltar el color de muchos edificios de la ciudad, construidos en "sillar", una roca volcánica de aspecto blanquecino.

Mi visita a la segunda ciudad más grande de Perú significó el retorno a los largos paseos dándole al chupetín, las subidas por mi cuenta a miradores desde donde poder contemplar los 5800 metros de El Misti, el sentarse en la Plaza de Armas a observar el pulso de Arequipa. Mercados donde puede encontrarse cualquier guarrería, desde jugos de rana hasta caldo de cabeza de cordero para desayunar. Cientos de diminutos taxis amarillos a toda pastilla, sólo un par de semáforos y ni un accidente. Bocinas a todas horas, las cenas en un chifa (restaurantes medio peruanos medio chinos), alfajores de manjar blanco, chicharrón de chancho, ceviche y sol, al fin mucho sol.

Los peruanos, empiezo a darme cuenta, son más habladores y simpáticos que los bolivianos pero como ya me advirtieron unos chicos peruanos que conocí, siempre intentan "cagar" al gringo. Desde luego que no siempre es así, pero algo de razón tienen...

En cualquier caso Arequipa es una de las ciudades que más me han gustado de todo el viaje y pasear estas calles a la luz del sol ya es una adicción.

Pasito a pasito

Me enveneno de azules

Internet, ese vicio

Desde mi azotea

¿Palmera?

Un rufián

Taxi, taxi, taxi, taxi, bocina, bocina, bocina, bocina

Plaza de Armas

"Vecinos, ¿qué es lo que quieren los arequipeños?"

Manifa

Ojo al tren

Con el Víctor y el Joanes, que se dejaron de caer desde Cuzco

Deportivo peruano

El Misti gobierna

"Pruebe, pruebe"

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