Primer día
Un poco después de las diez mi grupo, compuesto por tres inglesas, un colombiano, un israelí y yo, junto con Cristóbal, nuestro adorable conductor y guía, nos poníamos en marcha. Tras una breve parada en un cementerio de trenes a las afueras de Uyuni, comenzaba lo bueno. En Colchani nos enseñaron como varias familian procesan la sal y la empaquetan artesanalmente, bolsa a bolsa, para comercializarla en los alrededores. A continuación entramos en el salar, una extensión de blanco infinito que ocupa 12000 kilómetros cuadrados, por tanto más grande que Holanda. La sensación al estar allí es la de haber pisado la Luna, aunque de día.
Visitamos el Hotel de Sal y la Isla del Pescado, un islote de cactus en medio de ninguna parte. Sensacional. Tras la comida continuamos la ruta y paramos en un punto a ver el hermoso atardecer. El frío terrorífico empezaba a asediarnos y llegamos, ya de noche, al refugio donde pernoctaríamos. Maravilloso cielo estrellado, agua friísima en los grifos y mil capas de ropa en la cama.
Montañitas de sal
Sí, yo estuve en la Luna
Isla del Pescado en mitad de la nada
Isla del Pescado en mitad de la nada
Sol horizontal, sombras alargadas
Al ponerse el sol
Así se cambia una rueda en la Luna
El crepúsculo de los dioses
Segundo día
Nos levantamos a las 6 de la mañana y tras el desayuno salimos del salar para entrar en paisaje volcánico. Visitamos desde la lejanía el volcán Ollagüe, entre rocas sacadas de una película de ciencia ficción. Tras más kilómetros por carreteras de tierra, piedras y polvo llegamos a las lagunas altiplánicas. La primera, la Laguna Honda, preciosa por su paisaje rodeado de montañas. En la segunda, la Laguna Hedionda que debe su nombre a su contenido en azufre, vimos flamencos y almorzamos.
Seguimos la ruta a través del desierto y alcanzamos los 4600 metros de altitud. Grupos de rocas volcánicas surgidas de a saber dónde hace millones de años nos sorprendieron. Entre ellas el Árbol de Piedra, con un viento terrorífico que congelaba hasta el último hueso. Daba pánico salir del jeep pero la ocasión lo merecía.
Seguimos camino hasta la Laguna Colorada, ya al atardecer y viéndose más bien poco. Pasamos la noche en otro refugio sin ducha y con electricidad sólo unas horas. Incluso dentro el frío era de campeonato.
Segundo día
Nos levantamos a las 6 de la mañana y tras el desayuno salimos del salar para entrar en paisaje volcánico. Visitamos desde la lejanía el volcán Ollagüe, entre rocas sacadas de una película de ciencia ficción. Tras más kilómetros por carreteras de tierra, piedras y polvo llegamos a las lagunas altiplánicas. La primera, la Laguna Honda, preciosa por su paisaje rodeado de montañas. En la segunda, la Laguna Hedionda que debe su nombre a su contenido en azufre, vimos flamencos y almorzamos.
Seguimos la ruta a través del desierto y alcanzamos los 4600 metros de altitud. Grupos de rocas volcánicas surgidas de a saber dónde hace millones de años nos sorprendieron. Entre ellas el Árbol de Piedra, con un viento terrorífico que congelaba hasta el último hueso. Daba pánico salir del jeep pero la ocasión lo merecía.
Seguimos camino hasta la Laguna Colorada, ya al atardecer y viéndose más bien poco. Pasamos la noche en otro refugio sin ducha y con electricidad sólo unas horas. Incluso dentro el frío era de campeonato.
Ante el volcán Ollagüe
Laguna Honda, cincuenta mil veces más hermosa allí que en la foto
Flamenco en la Laguna Hedionda. Éste es blanco, los había rosados de toda la vida pero más lejos
En el desierto, a 4660 metros de altitud
La nada
El Árbol de Piedra. No hacía viento, no...
Tercer día
Nos levantamos a las 5 de la mañana, sin electricidad y a tientas alumbrados por alguna linterna y teléfonos móviles. Según Cristóbal el conductor la temperatura en el exterior es de - 15 grados. El cristal del jeep está congelado y la gente se me duerme (yo con la coca ni un bostezo). La primera parada cuando amanece es el Sol de Mañana: cráteres de agua hirviendo y fumarolas surgiendo de la tierra en el paisaje más parecido a Marte que yo haya visto. De ahí vamos a unas termas en plena naturaleza donde hubo que hacer de tripas corazón, desnudarse y ponerse el bañador para darse el mejor baño de todos los tiempos.
Tras el desayuno continuamos la ruta pasando por delante de unas formaciones de rocas que inspiraron a Dalí. Llegamos a la Laguna Blanca y Laguna Verde, delante del volcán Licancahur. Increíble paisaje una vez más.
Regresamos a la Laguna Colorada desde donde partimos por la mañana aún de noche, superando en un punto los 5000 metros de altitud. Precioso paisaje plagado de llamas pastando tranquilamente. Comemos e iniciamos los 400 kilómetros de regreso a Uyuni.
Tercer día
Nos levantamos a las 5 de la mañana, sin electricidad y a tientas alumbrados por alguna linterna y teléfonos móviles. Según Cristóbal el conductor la temperatura en el exterior es de - 15 grados. El cristal del jeep está congelado y la gente se me duerme (yo con la coca ni un bostezo). La primera parada cuando amanece es el Sol de Mañana: cráteres de agua hirviendo y fumarolas surgiendo de la tierra en el paisaje más parecido a Marte que yo haya visto. De ahí vamos a unas termas en plena naturaleza donde hubo que hacer de tripas corazón, desnudarse y ponerse el bañador para darse el mejor baño de todos los tiempos.
Tras el desayuno continuamos la ruta pasando por delante de unas formaciones de rocas que inspiraron a Dalí. Llegamos a la Laguna Blanca y Laguna Verde, delante del volcán Licancahur. Increíble paisaje una vez más.
Regresamos a la Laguna Colorada desde donde partimos por la mañana aún de noche, superando en un punto los 5000 metros de altitud. Precioso paisaje plagado de llamas pastando tranquilamente. Comemos e iniciamos los 400 kilómetros de regreso a Uyuni.
Charcos congelados en el altiplano
Seguramente me habré dejado un millón de cosas en el tintero, pues por más que uno quiera describirlo hay que estar allí y vivirlo. Las fotos sólo sirven para recordarlo. Y todo por 500 bolivianos, al cambio 50 euros.