martes, 17 de marzo de 2009

Hasta luego, Rosario

Vine a Sudamérica abierto a cualquier posibilidad, desde modificar mi ruta si la oportunidad lo merecía hasta quedarme más tiempo en algún lugar si éste me gustaba. Lo que no sabía es que esto último iba a ocurrir tan rápido, en la segunda ciudad que visitaba, ni que iba a quedarme tanto tiempo.

Rosario no es la ciudad más bonita del mundo pero su gente es la que ha hecho que me haya quedado. Aparte del grupo con el que me relaciono ya es habitual para mí que alguien reconozca mi acento en el kiosco o en el supermercado y nos paremos a charlar un rato. "Qué linda tonada, ¿de dónde sos?", me preguntan, y quince minutos más tarde podemos estar hablando de Perón o de los Picos de Europa.

Este mes y medio que he pasado aquí ha sido como unas inesperadas vacaciones dentro de mi viaje. He tenido la oportunidad de tocar la guitarra, celebrar mi cumpleaños, dar clases de tango, ver películas en compañía y mil cosas más. Pero por encima de todo he podido compartir experiencias con un encantador grupo de personas a quienes ya considero mis amigos para siempre, y a quienes espero poder devolver algún día y en algún lugar el favor que me han hecho. Momentos que difícilmente se volverán a repetir a lo largo de mi viaje. O sí, quién sabe...


Me llevo dos recuerdos de este largo tiempo de convivencia con argentinos.

En primer lugar, el afecto y cercanía de la gente. Es algo que se nota en el detalle de darse un beso cada vez que alguien, chico o chica, conocido o no, llega o se despide. En la casa nos damos un beso cuando nos vemos las caras por la mañana o cuando uno va a acostarse. No importa cuantas personas haya y las veces que haya que hacerlo, está dentro de la gente y con un simple "hola" no basta.

En segundo lugar, la solidaridad. No tenemos mucho pero lo que hay se comparte. En un mundo a veces tan egoísta es muy agradable encontrar personas así.

Dicho todo esto, hace días que siento la necesidad de volver a sentirme viajero. Por eso dentro de unas horas parto hacia Iguazú en lo que será en realidad el verdadero comienzo de mi viaje. Me marcho de Rosario pero he prometido volver. Aquí está ya una pequeña parte de mi vida.

Con Ivis y la torta que me preparó para mi cumpleaños

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