martes, 12 de mayo de 2009

Sin palabras

San Salvador significó también el reencuentro con un buen amigo: Ben, uno de los dos hermanos australianos con quienes anduve por Brasil.

Junto con Ben llegamos a Purmamarca, hogar del Cerro de los Siete Colores, uno de los lugares que tenía entre ceja y ceja desde mucho antes de comenzar este viaje. Buscamos unos matorrales alejados de la civilización y allí armamos nuestro campamento donde pasaríamos la noche. Después recorrimos toda la zona, donde yo casi sufro el síndrome de Stendhal (quien no lo conozca que lo busque por Google) ante tanta belleza.

A la tarde decidimos escalar a la brava una montaña desde la que pudimos contemplar el Cerro de los Siete Colores desde un punto de vista aéreo (primera foto) y que probablemente casi nadie puede disfrutar.

Por la noche nos encontramos con Martín y Julio, dos jóvenes argentinos con los que compartimos fuego, vino, historias, canciones y el más maravilloso cielo estrellado que he visto nunca.

La noche en la tienda de campaña fue helada, pero eso ya es otra historia...


Vista aérea (para tenerla hay que escalar, amigos)

Vagabundos

Casas de adobe

Van un asturiano y un australiano y...

Toma montaña

¿Valle o paleta de pintor?

Cactus y yo

El descanso del escalador

Al fin te conozco, cerro

Estoy en Jujuy, ¿que no?

1 comentario:

  1. javier desde Lima14 de mayo de 2009, 21:30

    Querido paisano,

    Adentrandote en la naturaleza las fotos han mejorado notablemente. ¿será que te sienta bien el aire puro de la montaña?

    El cerro de los 7 colores es espectacular. Los Andes y sus cerros son ya unos viejos amigos míos, pero hasta ahora no sabía de su afición al maquillaje estridente.

    Me gusta la idea de fotografiar a todos los amigos de viaje.

    Cuidese bien y abriguese bien por las noches, no me vaya a coger una pulmonía.
    Un abrazo, hermano

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